POR MARCOS SANTOS. – La locura es una enfermedad, es un trastorno de las facultades mentales, en cambio el irrespeto es el temperamento de una persona frente a ciertas situaciones.
Son definiciones básicas, de algo que vive latente entre todos nosotros, y más en estos tiempos que estamos viviendo.
El tema es para ser analizado por un profesional de la conducta.
Sin dudas.
De repente vemos personas que no están locas, que están en plena capacidad de sus facultades mentales, y de buenas a adoptan actitudes o acciones totalmente irrespetuosas en contra de personas o instituciones.
Dentro de esas mentes, me imagino yo, se empieza a crear un mundo que gira sobre ellos, y todo aquel que contradice sus deseos, cae en una lista para recibir agravios y toda clase de desconsideraciones.
Muchos afirman que el mundo es muy complicado.
Yo digo, el mundo no es complicado, quienes somos complicados somos nosotros.
Y parece que hay muchas personas complicadas, porque quien suscribe me he encontrado con varias en los últimos días.
Ahora bien, creo que existen complicaciones que pueden caer en la locura.
Personas que tienen ciertas salidas ante situaciones de la vida cotidiana, que francamente a veces pensamos que están locas o al borde la locura.
Pierden el sentido común.
Y ahí la cosa es difícil.
Vamos con un simple ejemplo.
Hacer acusaciones a la ligera.
Cuando usted acusa a una persona de algo, usted debe tener un mínimo de prueba, que pueda sustentar dicha acusación.
Cuando se acusa sin pruebas, se es un irresponsable.
Y obviamente, se cae en el irrespeto.
Muchas personas han sido victimas de este tipo de situación.
De buenas a primeras, viene alguien y te acusa de algo, sin tener la más mínima evidencia para sostener esa acusación.
Entonces yo digo, o son locos o son irrespetuosos, o una de dos, o ambas a la vez.
Todo este cuento viene, a que un amigo nuestro que se dedica a la comunicación desde hace casi 30 años, y que siempre ha tenido sus propios medios, es decir, tiene páginas de internet, programa de televisión, fue acusado por otro de utilizar los medios que el otro tiene para ese amigo facturar cientos de miles de pesos para su único beneficio.
Fue acusado de aprovecharse de los medios del otro para su beneficio personal.
Ante semejante barrabasada, le aconsejé a ese amigo, respire hondo, cuente hasta diez y tómese un traguito.
Hoy, mi amigo está muy feliz, hizo caso a mi sugerencia.
Hoy amaneció resacado.